LOS RECUERDOS SE ALMACENAN EN EL HIPOCAMPO

by - noviembre 05, 2015

¿Conocéis a @_DorianGrey? Seguro que sí. Pero si no, yo os lo presento. Espontáneo, divertido y ocurrente. Ese es @_DorianGrey. 

Le dije: "¿Escribes algo para mí?" Y aquí lo tenéis, tan generoso, con este texto tan "él" que ha querido regalarnos. Quien lo conozca, seguro que le reconoce en estas letras. Quien no le conozca, ya está tardando. Os dejo con

LOS RECUERDOS SE ALMACENAN EN EL HIPOCAMPO.

"Los viñedos, más o menos al empezar noviembre, con la mayoría de sus hojas de un color rojo cobrizo acompañado de diferentes tonalidades crean un paisaje, para mí, espectacular. Me encanta. Otra cosa que me encanta es despertarme en mi cama y no en medio del campo rodeado de viñedos, helado, y sin recordar como cojones he llegado hasta aquí. Intentando hacer memoria lo primero que me llega es un sustantivo seguro que no muy habitual: abuelastro. Mi abuelo era un hombre de pueblo de toda la vida, que falleció repentinamente a los 54 años. No es una edad para sorprenderse demasiado, quizá por eso ni la guardia civil, ni el alcalde, ni el médico ni nadie que se sepa del pueblo dijeron, ni siquiera en voz baja a nadie, que sabían que su mujer lo había envenenado. Porque aunque lo quería mucho y eso no podía negarse, el vino lo ponía algunas veces demasiado burro. Y total, su mujer, mi abuela, que tres días después del entierro desapareció sin dejar rastro, era muy querida en el pueblo, y aunque había vestido de negro desde los quince años que murió un hermano suyo, todos sabían que tenía un alma aventurera y vivaz, que a todos de una manera u otra gustaba. Por eso cuando regresó un lustro después a cumplir sus 54 años en el pueblo (descartando ironía en la coincidencia), todos aceptamos que trajera de Ibiza consigo un novio hippie más joven que ella. Mi abuelastro no era un abuelo al uso, por lo que quizá mi mente enseguida se situó en el momento de la noche anterior en que me crucé con él. Que tal nietastro, Bien abuelastro, Llevo cosas, quieres algo, No abuelo, que he salido de tranqui, como siempre, Va, no me seas maricón, Ya estamos...   
En el otoño e invierno, la clorofila de las hojas se empieza a degradar (descomponer) y empieza a desaparecer de las hojas.  A medida que la clorofila se degrada, empiezan a distinguirse los pigmentos accesorios que de acuerdo a su abundancia específica empiezan a dar diferentes tonalidades a las hojas (copy&paste) que es lo que produce esos paisajes en nuestros campos. No sé quién me contaba esto una vez más, solo sé que me costaba mucho mantener la atención por lo que había tomado, y también que acababa de entrar la que fue mi primera novia. Quiero decir primera después de la primera, que no la cuento porque fueron dos meses, aun éramos muy jóvenes, y porque era morenita, y poca cosa o menos. Ésta primera era bonita, rubia, de ojos azules, de curvas sin señalizar, y mucha cosa o más. Ahora mismo acaba de apoderarse de mí el acto reflejo de girar la cabeza hacia todos los lados para encontrarla. Uf, mal presentimiento. Me miro despacio las manos, sin recordar nada, pero con miedo… llenas de sangre seca. Y ni me duelen ni encuentro heridas. Cuento ahora al eventual y raro lector que haya llegado hasta aquí, demostrando curiosidad cuando no algo de aprecio o desprecio por el escribiente, que jamás en mi vida se me había cruzado la idea de matar a aquella primera novia (después de la primera) que tanto consiguió en su día que la odiara a muerte. Continué haciendo memoria hasta el momento, que no sé cómo llegó, en que hablamos los dos. Que tal Jose, Que tal Ana, Muy bien, aquí, Yo también, hacía tiempo, Muchísimo, yo apenas vengo un par de veces al año, Que es de tu vida… Y así estuvimos un rato hasta que no sé quién de los dos tuvo la maravillosa idea de salir a fumar, que llevó a pasear, que llevó a adentrarse en la oscuridad del campo a través de un camino de tierra. Quiero destacar en mi prematura defensa, por si fuera necesario más adelante, que nos habíamos llevado genial todos estos años marcados por la ausencia absoluta de cualquier tipo de contacto, y que lo que estaba sucediendo era cuanto menos increíblemente extraño.
Allí, en mitad del campo, me encontré pensando que si el color rojo de las hojas que ahora tenía por todas partes a mi alrededor fuera el prevaleciente todo el tiempo, entonces poco tendría de bello aquel paisaje. Quizá esté la belleza estándar, la belleza de la rareza, y la belleza de lo que nos hace sentir bien, sin más. Igual que mi abuela cambió radicalmente una parte de su vida, igual que mi abuelastro cambió radicalmente donde discurría su vida, yo aquella noche cambié radicalmente una parte importante de mí.  Y te contaría cual y como sucedió, querido lector, créame, pero aunque sin duda si algo cree conocerme para leer hasta aquí, y puede hallarse algo sorprendido, creo que ambos tenemos cosas más importantes en las que perder nuestro tiempo. Si quiere otro día, delante de un café o una cerveza y tras un juramento por lo que más quiera, le cuento la parte que falta. Si logro recordarla, claro."

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