MI SITIO

by - agosto 26, 2015



De esas veces que haces preguntas, pero no al aire, sino al tiempo, y le preguntas por qué te ha puesto en el sitio en el que estás.


Porque quién eres tú para cuestionar al tiempo, tan sabio y no como tú, ignorante en una vida que no has entendido nunca, y cada vez entiendes menos. Tú que pensabas que con los años lo tendrías todo controlado y resulta que es más bien ese todo lo que te tiene controlado a ti.


Y te comparas con otros, porque ya sabemos que las comparaciones son odiosas, pero es inevitable comparar, que para eso somos humanos e imperfectos. No vamos ahora, por un simple capricho, a tratar de arreglar el mundo que tan bien estamos llevando a pique.



Y al compararte, dices: “Pues yo a éste, ya no te digo peor, porque quiero ser humilde y aunque lo crea no lo voy a decir, pero mejor que yo, no le veo. No se lo noto. Y míralo qué bien vive. ¿Y por qué yo no? ¿Qué diferencia hay entre él y yo? Porque yo no la veo”. Claro, hay otro que también veo igual, o podría decir que hasta mejor que yo, si no fuera porque no lo voy a reconocer en alto no vaya a ser que me oiga el tiempo y nos cambie el sitio. Pero digamos que no le distingo ninguna cualidad negativa que haya tenido que provocar que lleve cuatro años parado y esté a punto de irse a vivir debajo de un puente. Y yo aquí tan caliente en mi casita. Pues no sé, no lo veo. Pero algo tiene que haber visto el tiempo que a mí se me escapa.


¿Será que el lugar, y no hablo solo del lugar físico, sino el entorno, factores como el económico, el estatus de la familia, los contactos, el poder… Marcan más que el tiempo? Nah, no creo. El dinero seguro que no es.


¿Tendrá la suerte algo que ver? Me pregunto a veces. Pero tampoco puede ser. Cómo va a dejarse en manos de algo tan aleatorio el futuro de una persona, existiendo el tiempo, que lleva aquí toda la vida; que ya solo por eso tiene que saber de todo.


La opción de que el famoso refrán de que el tiempo pone a cada uno en su sitio sea un invento que solo sirve para mantener la esperanza de prosperar de aquellos que tratan de actuar bien, siempre la he descartado por mezquina.


Así que convencida de que sin lugar a dudas, es el tiempo el dueño de mi destino, voy a ver si me hago amiga suya y le convenzo de dónde me tiene que poner, que aunque tampoco creo en el enchufismo, la esperanza es lo último que se pierde.

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