Las cosas pasan, nos demos cuenta o no.
El tiempo vuela, y más cuando el que nos queda libre es poco, a veces insuficiente para seguir conectados con nosotros mismos, para no olvidarnos de quiénes somos y de cómo nos sentimos; y de cómo nos queremos sentir.
Los días pasan, pensemos en eso o no. El tiempo es implacable y carece de empatía. El tiempo no se pone en mi lugar, ni me da una tregua si yo estoy tan ocupada que he dejado de verme. El tiempo pasa, y no pasa a mi favor, sino en mi contra, porque la acelerada rutina me absorbe entre sus garras y me aliena, se apodera de mí, y me merma; y yo no hago nada por evitarlo.