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ESTHER COLLADO

Enlazando palabras y obteniendo melodías.


Me miro por dentro y casi siempre me entiendo. Sé lo que quiero y cómo lo quiero. Tengo claros los valores que rigen mi vida, me muevo por sentimientos. Quiero cosas buenas para mí y para los demás. Quiero ser feliz, y que los demás lo sean. Con mis actos, busco mi interés sin perjudicar a los demás. No sé qué es la envidia; bueno, sí lo sé. Envidio situaciones en las que no me encuentro, envidio al que tiene cosas que a mí me faltan, y no hablo solo de lo material. Pero no le odio por ello, ni deseo robarle lo que por derecho le pertenece. Eso me enseñaron, o eso aprendí. De lo que hay, quiero mi parte, solo la mía.
No entiendo las guerras. No entiendo que el dinero valga más que las personas. No entiendo que el amor no triunfe porque se encuentre con barreras que nada tienen que ver con él. No entiendo que se odie a una chica guapa solo por serlo. No entiendo que las personas tengan que juzgar, en otro, hechos que no les afectan ni les importan. No entiendo que alguien valga más por ser de una raza o de otra. No entiendo que si yo he progresado en mi trabajo, tú tengas que venir a tratar de hundirme o a llevarte lo que es mío, ya sea por el sudor de mi frente o porque he tenido suerte. No entiendo que los padres compitan por la belleza e inteligencia de sus hijos. No entiendo que critiques mi forma de vestir o mi forma de expresarme. No entiendo que alguien tenga que opinar sobre la homosexualidad de otro. No entiendo que la ambición le esté ganando la partida a la búsqueda de la felicidad. No entiendo que el odio sea el motor que mueve el mundo. No entiendo por qué me alabas cuando estoy delante y me criticas a mis espaldas. No entiendo por qué te empeñas en hacer complicado lo que es fácil.
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“Clara Laguna es una hermosa adolescente de un pueblo castellano de principios del siglo XX. Cuando se enamora perdidamente de un hacendado andaluz, su madre, una hechicera tuerta, la previene de la maldición de las Laguna: están condenadas a sufrir el desamor. Así, el hacendado la abandona tras quedarse embarazada y Clara, ciega de rabia, abre un burdel en la casona roja, a las afueras del pueblo. Allí, da a luz a Manuela, una niña fea y marchita...


Una historia mágica y fascinante, llena de pasión, odio, venganza, amor y tragedia, en la línea de las grandes sagas familiares de la literatura. Un original estilo literario en el que el realismo mágico se torna castellano y la escritura derrocha imaginación y poesía en cada frase.”

El libro cayó en mis manos y la sinopsis me atrajo. Sin embargo, es un género con el que no me siento cómoda, no me convence, y aviso, porque lógicamente, y aunque haya aspectos analizados desde una perspectiva más objetiva, esto influye en el contenido de las próximas líneas.
En primer lugar, resaltar el amplio abanico generacional que abarca, que a mi modo ver, no permite profundizar en cada uno de los personajes lo suficiente; el paso de una generación a otra es demasiado rápido.  No llegas a encariñarte ni a detestar a los protagonistas lo suficiente. No llegas a vivir sus problemas, sus desgracias, como tuyas. Sus desgracias. Eso me lleva al siguiente punto: todo son vidas desgraciadas. Es difícil encontrar felicidad en ese libro. Hay trocitos desperdigados, pero sabe demasiado a poco.  Tanta tristeza, tanta tragedia… A mí modo de ver, le falta una buena dosis de momentos felices.
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Estaba dormida, y otra vez ese llanto...Ese llanto que no cesa, que no me deja vivir. Estoy cansada, agotada, y ya no me quedan fuerzas. Pero aun así, sé que debo levantarme y llegar hasta su lado. Sé que necesita mis brazos, que necesita mi cuerpo. Necesita mi calor. Y él es todo para mí. Iría hasta a los infiernos solo por estar con él.
Me incorporo, cruzo el estrecho pasillo y me acerco a su cunita, y le cojo entre mis brazos, y le siento, y siento el mundo a mis pies. Ya no llora, ahora sonríe. Me sonríe. Y solo por un instante, llego a sentirme feliz.
Y otra vez esos golpes en el pecho que me despiertan del todo. Y ahora ya no veo nada. Solo unos brazos vacíos. Siento frío, un frío helado, pero dentro, en el pecho. Siento náuseas. Y no me puedo mover.
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