Tú piensas que la conoces, y ella sonríe pensando que sólo sabes
su nombre.
La observas, a veces seria, con su pose responsable, siempre al
mando, controlando cada paso que dibuja al caminar.
La miras cuando bromea, cuando ríe, cuando canta y cuando baila,
cuando estás triste y te dice: "Dale la vuelta un momento, cierra los ojos
y piensa si de verdad es tan grave, mira adelante y sonríe, que la vida son dos
días y hay que intentar disfrutar". Y te convence de que es verdad.
Y haces caso a sus consejos. Te fías de su criterio. Porque te
ciega su temple, te seduce su cordura. Te fascina su paciencia, sus maneras, y
ese halo de ternura que desprende en cada gesto cuando cree que nadie mira.