Esta noche se presenta como otra de esas en las que el
dolor, la frustración y el no entender no me dejarán cerrar los ojos y dormir
en paz.
Y no entiendo esta cabeza, no entiendo que ayer fuera
completamente feliz, y hoy me sienta tan desgraciada. Las emociones se agolpan
en mi mente, y no me dejan pensar. Solo siento, y así no se puede. Y me odio.
Odio saber que tengo que ser racional, odio saber cuál es el problema y no
poder hacer nada para ponerle remedio. Quizá no soy normal. Quizá esté pasando
una época en la que no estoy normal. Una época demasiado larga. Quizá no esté
preparada para algunas cosas que me han caído encima y me vienen grandes. Quizá
nunca he sabido entenderte. Quizá no he sabido entenderme yo. O el problema es
que creía que me conocía y descubrir dentro de mí tantas cosas nuevas me está
superando. Quizá necesite ayuda, pero si la necesito, me niego a aceptarlo.
Quizá mi inseguridad sea la base del problema, u ocupe parte
de esa base. Nunca me he creído suficiente para nadie y sin embargo, te pido
que me veas como no has visto a nadie jamás. No le doy ninguna importancia al
físico, excepto al mío. Me miro al espejo y me encuentro mil defectos, me exijo
lo que no le exijo a nadie más. Y a ti, te hago lo mismo, y me lo das, y no te
creo, porque me miro al espejo, y me veo mil defectos. Y tú te tragas la mierda
que me escupen mis complejos.
Quiero ser especial, y quiero ser única, y olvido que hubo
mil especiales antes que yo. Te pido una promesa de eternidad sabiendo mejor
que nadie que aquí solo cuentan los segundos. Me niego a aceptar lo común, lo
que tienen todos. Me niego a aceptar lo que antes concebía como normal y me
hacía feliz, y sin embargo hoy no puedo vivir con ello. Me niego a aceptarlo y
sé de sobra que es así, y te culpo de mis frustraciones, por hacerme creer en
lo que no existe.